por Inma Palma
Caminando por las calles de Sevilla, en este final de octubre del 2020, siento un escalofrío en el cuerpo y pienso, ¿qué tiempo hacía el año pasado por esta fecha? Sonrío y me vienen muchos recuerdos. Estos mismos días, hace solo un año, se celebraba el XII Encuentro del Voluntariado Tutelar en Sevilla. Los nervios, los preparativos, un equipo ilusionado, llamadas, correos, visitas… Y luego, la llegada a la Estación de Santa Justa de cientos de personas de todas partes de España para ver y disfrutar de lo que, con tanto cariño, habíamos preparado para dicho evento.
Era impresionante ver la fila de personas que esperaba en el Caixaforum para ver el encuentro. Cómo han cambiado los tiempos, pienso ahora. Parece que ha pasado un siglo. Los abrazos. Echo de menos aquellos abrazos. Se abrió el telón y dos actores de la película de `Campeones`, Fran y Stefan, subían al escenario acompañados de mi compañera Yolanda. Megafonía preparada, apertura, aplausos. Un guion divertidísimo, las risas en las butacas gracias a los maestros de ceremonia, la calidez de los políticos en sus intervenciones… y, sobre todo, las experiencias de las personas apoyadas por las entidades tutelares. Su testimonio de vida, su reivindicación de derechos, su ejemplo. Y ese largo etcéteras de vivencias, a cada cual más entrañable.
Respiro hondo, siento una gran felicidad de la gran aceptación que tuvo el encuentro, de haber disfrutado ese momento con mis compañeros de la fundación, con el grupo de trabajo del Voluntariado Tutelar de la Asociación Española de Fundaciones Tutelares (AEFT), con las muchas amistades que surgieron de aquellos días. El valor del compañerismo, el trato humano, la ilusión compartida. Aquel evento coincidió para mí con el inicio en mi cargo de gerente de la Fundación Tutelar Tau. Mi debut lejos de la oficina, despegada de los ordenadores y las cuentas. Pienso en esos días y noto aún el vértigo. Esa alegría y también ese cosquilleo por cómo saldrían las cosas. Mucha responsabilidad.
Afortunadamente, hoy recuerdo aquellos días con cariño. Satisfecha por todo lo que vivimos. Conocer a tanta gente valiosa, que se desviven por mejorar la situación legal y vital de las personas con discapacidad intelectual. Ese voluntariado, que es la base de la acción social, esa imprescindible vocación de servicio. Fundaciones de toda España con objetivos comunes, experiencias inolvidables, una ilusión inquebrantable. Quiero agradecer a Rafael Pozo, presidente de mi entidad, su confianza en mí. Y a todas las personas que participaron en la planificación y desarrollo de aquel maravilloso encuentro de voluntariado, por su generosidad, su talante y su talento.