Una de las novedades que la ley 8/21 nos ha traído es la obligación de que las antiguas sentencias de incapacitación sean revisadas y adaptadas a las nuevas figuras creadas. Para ello, la persona debe ser escuchada.
Dichos cambios están suponiendo para nosotros un trabajo muy delicado, ya que “cada maestrillo tiene su librillo” y encontramos que todavía, entre los jueces, no existe un criterio uniforme, lo que supone que debemos adaptarnos a cada caso concreto. Supone un gran gasto de tiempo, y queremos hacer bien las cosas. El esfuerzo se multiplica.
Son momentos en los que necesitan, más que nunca, nuestro apoyo. Apoyo que tiene que ser especialmente medido en este caso.
Al final, es su libertad la que se expresa, pero nosotros estamos junto a ellos, como siempre.